_Mucho apreciado (Cartas para ellas, 5 de 5)

Bilbao, 5 de mayo de 2010

Querida X,

Hoy he soñado que follábamos. Otra vez.

Hay momentos en los que me arrepiento un poco de haber saltado del tren en marcha. No sé, me queda un regusto raro en la boca, pero por algún motivo, las mujeres no tenéis la misma concepción del tiempo, y ya sea por capricho o por lo que hemos vivido juntos, o cualquier otra cosa que se te ocurra, al final todo acaba patas arriba.

Y no fue menos. Entraron al salón de tu casa 5 kosovares encapuchados y sólo quedó intacto el plato de spaghettis que me comí antes de desaparecer para siempre, secuestrado por tus abusos del lenguaje y por mi gilipollez.

Me imagino que soy el cabeza de turco que cualquiera pueda desear para no volver a tener que buscar excusas nunca más. No pasa nada. Es comprensible. Yo mismo he llorado un poco en otros hombros, para después comerles la boca de forma totalmente desacertada. Pero ya no importa.

Verás: Estoy en un punto en el que, o me centro y vuelvo a ser persona, o entro, esta vez sí, no hay escapatoria, en una espiral de decadencia. Y créeme que no quiero, pero a veces sales y se complica todo. No lo entiendes porque estás casada y pagando una hipoteca, esperando tu tercer hijo. Pero bueno, yo te lo cuento, por los motivos que te he dicho en el segundo párrafo u otros que tengas a bien inventarte.

En realidad, el motivo de esta carta, no es contarte todas estas chorradas carentes de interés. En realidad, te quiero dar las gracias. He aprendido bastante desde entonces. A veces miro tus fotos y permanezco impasible mientras los momentos que se quedan grabados pasan ante mis ojos. Gracias por ayudar a construirme. No hay mucha gente a la que le pueda dar las gracias por esto. Tú eres una de esas personas.

Gracias.

PD: Z ha muerto en un tiroteo con la mafia china. Eso sí sabía que iba a pasar, no como otras cosas que no tenía ni idea.

Cuídate, o no.

Firmado,

Y

_Definitivamente, no (Cartas para ellas, 4 de 5)

Bilbao, 26 de Abril de 2010

Querida X,

Te escribo estas líneas desde la estación de tren. En pocos minutos cerraré el folio en un sobre, y lo echaré al buzón de correos de la estación. Después montaré en el tren. Y no te volveré a ver nunca más.

No intentes ponerte en contacto conmigo o lo sabré y no me gustará. No intentes nada. Simplemente haz lo que tengas que hacer. Cumple tus intentos de chantaje.

Pero hazlo sin ensuciar demasiado, y recuerda: cortes a lo largo del brazo.

Firmado,

Y

_Yo Nunca He (Cartas para ellas, 3 de 5)

Bilbao, 24 de Abril de 2010

Querida X,

Te escribo con cierta desgana, pero lo necesito. Necesito resolver las dudas que me quitan el sueño cada noche.

Hoy he ido a una fiesta con nuestros antiguos amigos. Esos a los que dejaste de lado. Para mí era la primera vez que les veía después de nuestro divorcio, así que me esperaba, al menos en parte, una serie de preguntas debidas más a la preocupación o pésame que a la curiosidad, pero que de cualquier manera, no me apetecía resolver: Para mí aquello todavía era muy reciente, prefería simplemente tomar un par de tés (he dejado la bebida, gracias) y distraerme un rato.

Llevaba ya 2 horas con ellos, y no había salido el tema aún. Podía confiar en su discreción, pero a la cuarta cerveza seguir manteniendo la compostura me parecía todo un récord, así que, por algún motivo, en cuando alguien hizo una referencia a tu persona – referencias que yo pensaba que hacían por mantener la normalidad en la medida de lo posible – dije que nos habíamos divorciado.

Todos me miraron. Yo miré mi taza.

Nadie hablaba ya.

Cuando levanté la vista pude ver cómo se habían quedado fríos, en el sitio, sin saber qué decir. Explique en 2 trazos los motivos, y entendí el regalo que me habías dejado como venganza: No habías dicho nada a nadie. Ni siquiera a Z, ni a W. Q me frotó la cabeza y fue a por otra ronda, otro té más para mí.

Como pudieron retomaron cualquier tema banal para salir de allí cuanto antes, supongo que con la esperanza de abordarme, esta vez sí, con preguntas, cuando todo hubiera pasado. En un par de días, o semanas.

Yo firmé mentalmente mi divorcio con la cordura y serví el té como si de un ritual suicida se tratara.

En fin, espero que estés bien, donde sea que estés.

Con cariño,

Y

_Cannabis (Cartas para ellas, 2 de 5)

Bilbao, 22 de Abril de 2010

Querida X,

Mi persiana está estropeada. Algo ha quedado atascado en el mecanismo, y no consigo cerrarla. Duermo cada noche receloso de la luz amarillenta que entra por la abertura. Me despierto al ritmo que decide el sistema solar.

Cuando te conocí, las noches eran cortas, y los días, también eran cortos. Mostraba claros signos de haber bebido, y me senté en tu mesa en un descuido de tus amigas, que se afanaban en criticar mi corbata. Te hablaba directamente a tí aunque contestara las preguntas de tus impertinentes acompañantes. Y nos fuimos todos al mismo bar.

Tus amigas me decían, “¿te gusta?” y yo contestaba, “bueno, sí”. Y recuerdo sus sonrisas de malicia mientras yo te hablaba de tonterías. Te acompañé hasta casa, y lo siento, pero como todas las mujeres, te preocupaba más lo que tus amigas pensaran que el hecho de que un desconocido te estuviera acompañando hasta la puerta de tu casa. Las jovencitas de hoy en día, no tenéis capacidad de valoración. Dijo el abuelo.

Allí, pelándonos de frío, vimos las luces de las farolas, que para esas horas, eran ya estrellas. Te ofrecí un abrazo y me dijiste: “estoy bien”. Como solías hacer, te fuiste a casa pensando que no iba a querer verte más, pero para tu sorpresa, hablamos para salir entre semana. Dimos un paseo, bebimos y después bebimos un poco más. Hablamos sobre muchas cosas.

No recuerdo ninguna de ellas.

Sólo sé que al final nos besamos y estuvo todo bastante bien.

Pasaron los días. Seguro que lo recuerdas. Nos centramos en hablar mierda cuando en realidad, teníamos tanto en común: supongo que éramos vergonzosos, o simplemente gilipollas. Yo te dije que a veces escribía, tú diste por sentado que era mierda, como el resto de cosas. Yo no dije nada más.

Me guardaba mis enfados de niñato consentido y tú te escudabas en tu madurez de niña mayor. Me hablabas sin mirarme: ya habías visto todo aquello antes.

De forma velada me fuiste contando cómo había otra persona. Yo sólo pude decir: “tienes que aclararte”. De mientras, no sabíamos besarnos y para que mentirte, aquello era bastante penoso.

Te hice chapuzas en casa, mientras me decías que en serio, no tenía porqué hacer aquello. “Ya no hace falta que lo hagas, si no quieres. Puedes irte como todos los demás” me gritaba tu mirada de cristal.

Se acabó la historia y murió sobre papel, y créeme que no hay forma peor para dejar morir una historia. Éramos polos opuestos que se repelían.

Al de un tiempo, quedamos de nuevo, con nuestro orgullo a cuestas. Te acompañé como solía hacer, y antes de que te fueras te besé en la frente y te dije: “no estás sola en esto”. ¿Lo recuerdas?

Te mentí. Como un auténtico hijo de puta, no te podía haber mentido de una forma más ruin. Todos estamos solos en esto. Hay que ser un cretino para no darse cuenta. Y espero que me creas de alguna forma cuando te digo que de verdad me gustaría disculparme, pero no puedo evitar verme como lo que era si intento siquiera mandarte esta carta de verdad. La doblaré y la quemaré con mi mechero, y el olor a papel quemado será la última noticia que me llegue sobre tí. Te irás y ya está.

Como cuando pasas por delante mío y tú eres demasiado orgullosa y yo demasiado cobarde. Como esas veces.

Mierda.

Firmado,

Y

_Reverencia (Cartas para ellas, 1 de 5)

Bilbao, 16 de Abril de 2010

Querida X,

Hoy lo he entendido todo. Todo. Hoy te he puesto en tu lugar, y por suerte o por desgracia, me he puesto a mí en el mío al hacerlo. Hoy he visto esas fotos tuyas, esas tan alegres. Esas con las serpentinas y la piñata. Un cumpleaños feliz. Hoy he visto algo que, por algún motivo, llevaba oculto a la vista desde hace mucho. Por algún motivo, no sé cual.

Recuerdo las tardes de primavera, las tardes de verano. Recuerdo tu olor y tu voz demasiado aguda. Recuerdo tu pelo alisado a conciencia. Recuerdo, de hecho, la primera vez que te vi. La puta primera vez que te vi.

Esa vez ya supe que ibas a ser para mí, pero como un verdadero novato, como un cretino, me enamoré. De objetivo pasaste a ideal, y de ideal, pasaste a obsesión, y parece ser que te asustaste o algo. Normal. El caso es que de obsesión pasaste a 12 cervezas cada noche. Pero bueno, esto es harina de otro costal.

Por aquellos tiempos, yo andaba no menos perdido que hoy. Siempre he sabido como tener a la gente a raya, cómo tenerles a la distancia adecuada. A tí me acerqué yo, y todo ardió como si fuera yesca en agosto. Hablábamos, y nos contábamos nuestras cosas, y mis relaciones fracasaban una tras otra porque no conseguía proyectarte sobre las otras como a mí me gustaría. En realidad, mi deseo era no tener que proyectarte. Mi deseo eras tú, entera, recién levantada, descalza, sudada, enferma, imponente antes de salir, desnuda en mis sábanas apestosas. Eras tú.

Perdonad. Lo siento. De verdad.

Pero claro, yo siempre he sabido cual era mi liga. Mi liga no era la del sábado noche. Ni la del viernes, ni ninguna de esas, vamos. Mi liga, hasta hace bien poco, ha consistido en chupar banquillo. Da bastante asco darte cuenta 15 años después que podías haber sido titular en segunda, y ya subirías de categoría más adelante, o no. Pero claro. Con 16 años, eres poco más que un arrebujo de hormonas que busca sólo una cosa: fluidos corporales. Al precio que sea. Toma mi dignidad, mis valores. Mi vida entera. Tómala. Mea, caga encima si quieres. Me da igual si lo haces sonriendo, aunque sea con temor.

Recordarás que, de una u otra forma algo teníamos. El problema, es que las que son como tú dicen “te quiero” a los que son como yo, y se follan a los que no son como yo. Pero aún así, aún con ese absurdo al que me veía sometido cada día, aún así te deseaba.

No sé cómo seguir. Me vienen a la mente miles de imágenes y momentos. Me viene a la mente cuando en verano, te di una pulsera mía, que nunca te pusiste. Tu me diste una que ya no te gustaba. Te  llamé varias veces pero siempre era inadecuado. Todo mejoró con el comienzo del curso. De nuevo bebíamos en la calle con el calor remanente del verano, nos contábamos cosas, e íbamos a bares, pero yo, era de los que no bailaba. Yo sólo bebía mientras sonreía, y mientras cada lágrima tuya me sentaba como una patada en los cojones.

Gol del tipo que juega en tercera regional. Yo sigo en el banquillo.

Realmente, esto es sólo un símil para explicarme. Sí, por aquel entonces, se trataba de puntos, pero a mí eso me daba igual. Saber que iba a verte cada día, era una satisfacción más que suficiente. Levantarte y sonreír. No recuerdo que me haya pasado muy a menudo desde aquella época.

Y seguro que también recuerdas el día que en un momento de lucidez, entendí todo. Entendí de lo que era capaz, entendí dónde estaba posicionado. Lo entendí. Te busqué por todo el Casco Viejo de Bilbao, te encontré, te llevé aparte y te comí la boca como si me fueran a pegar un tiro en la cabeza después. Me seguiste, presionando fuertemente mi lengua con la tuya, abrazando cada espacio, cada recodo. Todo. Lo querías todo para tí, lo deseabas. Y yo tenía toda la noche y toda la vida para dártelo. Todo el tiempo del mundo estaba concentrado en un beso entre 2 borrachos. Como pude repasé tu cuerpo con las manos, toqué tu espalda bajo la camiseta, toqué tu cara, la recogí en mis palmas como si fuera La Cosa Más Frágil Y Valiosa Del Mundo. Como si te fueran a pegar un tiro en la cabeza después.

Y todo aquello, aquella maravillosa escena que me estaba convirtiendo en la persona más feliz del mundo, el sueño más anhelado convertido en realidad en un apestoso cantón del Casco Viejo, todo aquello, acabó en cuestión de 10 segundos.

Seguro que recuerdas que mediamos dos palabras, y me dijiste:

– Besas… genial…

Mientras me mirabas.

Yo te respondí:

– A mí también me gusta mucho como besas.

Y nos levantamos porque tus amigas estaban por ahí imaginándose qué se yo, o eso me dijiste. Y nos cogimos de la mano, para andar los 20 metros que nos separarían para siempre. Era lo contrario al paseillo hasta el altar, si uno quiere ponerse folclórico o vomitar.

Antes de que nos vieran me soltaste la mano y no me volviste a mirar. Vaya.

Después todo fue horrible, lo sabes. Te costaba entenderte a tí misma. Lo sabes. De repente, como si no hubiera habido ninguna señal previa, hay un tipo que está dispuesto a llevarte al cine, a cenar, a matar osos, ciervos, koalas y a conocer a tus padres. Y tú, sigues en el mismo punto que ayer pero sobria y pensando: Qué he hecho.

Y yo, tengo la dopamina por las nubes y creo que voy a morirme de alegría cada vez que respiro. Maldita sea.

Al final acabamos hablando de nuevo y esas cosas, ¿te acuerdas? Te dejé mi chaqueta en el baile de fin de curso para que no te helaras. Me dijiste que me quedaba muy bien el pelo con gomina. Yo te dije que estabas imponente. Hasta parecíamos personas mayores, pero con la ventaja de que te van a hacer el desayuno al día siguiente y con varias botellas de alcohol guardadas para seguir bebiendo cuando nos echaran del bar.

Pero todo fue una tirita. Necesitabas quitarte esa espina, supongo. No te culpo. Sabías que no íbamos a vernos nunca más. Yo seguía deseándote en secreto, pero había aprendido por fin, tras años, a tragármelo todo sin rechistar. Así que asentí a todo lo que me dijiste y te abracé.

Recordarás hace 2 años aproximadamente cuando nos vimos. Yo iba con mi actual pareja, tú también. Fue en un sitio por el cual todo el mundo pasa, pero nadie para. Tú y yo nos paramos, mientras los otros dos miraban y remoloneaban, sin entender porqué nos mirábamos así.

Ahora, sé que somos cada uno la perfecta antítesis del otro. Tú acabarás necesitando 6 cubiertos en cada comida. Yo he comido durante días salchichas crudas en el propio supermercado para no pagar. Tú vas a bares en los que la copa cuesta 10 euros y los pagas sin rechistar. Yo me meto en los cojones una botella de plástico llena de ron antes de entrar a cualquier bar. Tú tendrás por lo menos 3 hijos y los usarás como catalizador para transformar el asco o el odio que sientas por su padre cuando ya no le quieras más. Yo probablemente no tenga hijos, y si los tengo no entenderán nada de lo que les dice su estúpido padre.

Pero aún así, siento eso que queda pendiente. Siento que te llevaría a mil sitios, y te haría reír continuamente hasta que me pidieras por favor que pare. Lo sé. Lo supe cuando volví a verte, aunque ya no me parezcas ni guapa, y me parezca que tienes demasiado pecho, y piense que te maquillas demasiado. Lo haría. Porque entré a sitios donde no creo que haya entrado nadie más.

Y tú lo sabes.

Lo sabes.

Con cariño,

Y