_Sombrero de Copa (parte 3 de X)

Tengo miedo. Pero no soy un cobarde. 

 

Sombrero de Copa accede a la estancia girando el bastón con las manos entrelazadas en su espalda, caminando con aire escrutador pero distraído, como quien pasea por un camino que conoce bien pero que sabe que pronto empezará a anochecer. Se oye un quejido penoso del asistente del Gobernador, que a duras penas se esparce -más que otra cosa- la sangre de la boca por la cara y las manos, mientras entra en estado de shock y se queda semi recostado en el suelo hasta que finalmente vuelve a tumbarse, echándose las manos a la cabeza. Boca arriba.

– SEÑORES. SÍ SEÑORES.

Canturrea Sombrero de Copa.

Se abre una puerta de golpe.

– Qué demonios ocurre aqu´- El Gobernador para a mitad de acento, quedándose en vilo y totalmente discapacitado.

– Hombre! Aquí está el señor Gobernador! Me presento: Soy Sombrero de Copa.

– Dónde está mi asistente? Voy a llamar a la policía, cretino. Qué se ha figurado…

– Le venía a hablar de Mis Problemas, Señor Gobernador. Resulta que son asuntos que me suponen constantes quebraderos de cabeza y considero que no está usted haciendo absolutamente nada por aliviarme un poco.

El Gobernador mira sin saber muy bien qué decir o qué hacer. Se oye un gemido proveniente del pasillo que lleva a la puerta.

– Fedor gonernabor! edde onvre be ha begao en la boca!

– Usted calle. Le pedí amablemente audiencia con el Gobernador y me corría prisa. Qué sabrá usted de la urgencia de mis caprichos!

– Mire – señaló el Gobernador en un instante de claridad – no me queda claro de dónde diantres sale ni qué le trae aquí, pero esto va a acabar inmediatamente. Voy a llamar a la policía!

Y cerró la puerta de su despacho de un portazo.

BLAM

Y accionó el cierre de seguridad.

Click

Sobrero de Copa miraba la puerta, medio ausente medio pensativo medio incrédulo, y eso son 3 mitades y no puede ser, pero es que con Sombrero de Copa nunca se sabe.

Gira la cabeza hacia el pasillito de la puerta.

– Oiga, es el Gobernador tan maleducado normalmente? Es inaudito.

– Ef ubtef un loco, bijo de bera.

– Cómo dice? – Preguntó Sobrero de Copa a la par que propinaba una patada en la cara al maltrecho ayudante.

TUD

Un golpe seco y luego otro: TOD

Del cuerpo del ayudante finalmente cayendo inconsciente o más probablemente muerto, en el suelo. Yaciendo sobre un charquito ridículo de su propia sangre.

– CON USTEDES. MÁS SEÑORES.

Continuaba Sombrero de Copa, caminando rítmicamente hacia la puerta del despacho del Gobernador…

_Sombrero de Copa (parte 2 de X)

Llegó a la cuarta planta como un ciclón, casi resbalando por la moqueta roja.

Paró en seco y le dio un ataque de risa al imaginarse la amoratada boca del botones. Quizá antes de irse pararía y le daría una paliza con la manos desnudas.

Sí, porqué no.

Sombrero de Copa suspira fuertemente, se asegura de que el monóculo sigue en su sitio – y así es – y tras posar brevemente con el bastón perpendicular a su pierna derecha, totalmente erguido, prosigue su marcha hasta la habitación del gobernador.

Toc, toc, toc, toc, toc, toc, toc!

Abre la puerta un hombre con una libreta apoyada en su brazo y sujeta con su mano. En la otra tiene un bolígrafo Bic de color azul.

-¿Qué desea? – espeta.

-¡Quisiera hablar con el Gobernador!

El hombre comienza a girar el bolígrafo, atrayendo la atención de Sombrero de Copa hacia sus manos.

-El señor Gobernador no recibe visitas más tarde de las 6, lo siento mucho. Tendrá que volver mañana. Hasta luego.

Y cierra la puerta, dejando a Sombrero de Copa frente a frente con la mirilla de la misma.

Pasan dos minutos. Y luego pasan otros tres o así, y Sombrero de Copa, que ha estado callado todo el tiempo, pensando, inexpresivo, que tan sólo ha dejado de hacer tanta fuerza con el ojo para sostener el monóculo, da dos golpes con el bastón en la puerta – toc, toc – y espera.

Se oye una maldición al otro lado, y el mismo hombre vuelve a abrir la puerta. Pero ya no hay nadie. Pero sí parece haber algo. Desgraciadamente ha tenido que asomar un poco la cocorota para verlo, y es demasiado tarde para esquivar el bastón que se acerca a unos 80 kilómetros por hora. El hombre cae inmediatamente al suelo, partiéndose el labio superior contra uno de los enganches metálicos de la moqueta, y sangrando abundantemente de la cabeza.

-¡NO SOPORTO LOS BOLÍGRAFOS BIC! ¡NO LOS SOPORTO! – grita Sombrero de Copa, pateando el cuerpo que no es más que un peso muerto ahora mismo.

Después, se reajusta el frac y la dignidad – que apenas se han movido – y entra a la habitación pasando por encima del moribundo asistente del Gobernador…

_Sombrero de Copa (Parte 1 de X)

Sombrero de Copa entra al edificio dando vueltas a su bastón a medida que avanza, con paso firme. En su ojo derecho, lleva engarzado un monóculo ligeramente empañado por la prisa, con una cadenita hasta un bolsillo de su chaqueta de frac.

Golpea repetidamente el llamador de la recepción.

Ding ding ding ding ding ding ding!!

Un aletargado botones sale de la portería.

-¡Caramba muchacho! ¡Ya era hora!

Bostezo.

-Sí, esto… ¿Qué deseaba el señor?

-El señor deseaba audiencia con el Gobernador.

-El Gobernador no recibe visitas a partir de las 6, señor…

-Sobrero de Copa, Señor Sombrero de Copa.

-Señor Sombrero de Copa- concluyó el jóven, reprimiendo una risita.

-¡Oiga jóven! No estará usted riéndose de mí, ¿verdad?

-Oh, cielos señor de Copa, cómo podría, en absoluto.

-¡Señor Sombrero de Copa!

-¡Señor Sombrero de Copa! – repitió el jóven sonriendo finalmente.

Con un gesto improvisado, directo y de una efectividad total, Sombrero de Copa cambia la situación de quietud del bastón por un movimiento certero, que acierta con su empuñadura en plena boca al jóven botones.

La incomprensión brota a borbotones de las encías del muchacho, mientras se lleva las manos a la boca y se le saltan las lágrimas.

-Por… ¿¡Porqué ha hecho eso!?

-¡Jóven! ¡Ha de aprender usted modales!

Y con un gracioso giro, previo golpe final al llamador metálico – ¡Ding! – comienza a alejarse caminando con el cuello a punto de reventar de orgullo, y el bastón bajo el brazo.

Ni el monóculo se le movió de su sitio mientras enfilaba las escaleras…