_Intenso

Anonadado contempla con esmero las goteras de su mente. Sobre el asfalto. Una mancha de aceite de cerebro se extiende a izquierda y derecha, delante, detrás. Y hacia abajo, penetrando lentamente en el negro suelo, violando cada poro, haciendo que cueste horrores quitarlo de allí. Calando hondo.

Cada “plic, plic” que se oye es otro aviso más de que algo no funciona correctamente. Empieza a plantearse cosas. Empieza a plantearse a sí mismo incluso, y a su propias goteras, y a su aceite. A ese que pierde lentamente, tumbado en el caliente asfalto. 

Está bien el verano por la tarde. Cuando te tumbas en una carretera por la que pasan 4 coches al día, y disfrutas del calor remanente mientras la atmósfera alcanza la temperatura idónea para poder estar en la calle bailando sin el engorro de sudar. Además, aprovechando que en última instancia el sol golpea tan solo de refilón, aún puedes disfrutar de las nubes enredándose mientras escapan de la Nada.

Todo esto lo piensa en segundo plano. 

“Plic, plic”

Se le escapa una pequeña lagrimilla porque no quiere volver a su pútrido hogar. Maldita sea, no quiere pero lo está deseando. Cada tubo de escape. Cada puto cigarro a las 8 de la mañana. Toda esa mierda al fin y al cabo es lo que alimenta su maltrecha cabecita de desequilibrado.

25 grados en el ambiente, 35 en la carretera. El Spa del Asfalto. Si te acercas lo bastante aún puedes saborear ese profundo olor a alquitrán y brea, acentuado por el constante sol de agosto. Mmmmh… intenta hacer que llueva apretando mucho los ojos, porque esta situación es mejorable: el olor a lluvia fresca sobre una carretera caliente. Dios santo, y un cigarro, para cuando se haya corrido. 

Como parece que no funciona, alcanza con la mano una espiga de trigo olvidada en el camino y se la mete a la boca, como esos granjeros americanos de las películas. Masca, meneando exageradamente el bigote. Le jode no poder hacer que llueva, total, ¿qué más da? Hijos de puta. 

“… chof chof”

Aunque la calzada está perfectamente seca, oye con nitidez como su pelo nada en el Aceite de Cerebro. No le da demasiada importancia, lleva así meses. Tanta sorpresa, tanta sorpresa… No lo pudo aguantar. Ahora ya no le sorprende nada, muestra indiferencia por defecto. No necesariamente mala, no necesariamente buena. Simplemente hace tiempo que nadie consigue turbarle con gilipolleces. 

Porque ya tuvo bastante. 

La incertidumbre agotó sus ganas de amar. La falta de respeto acabó con su soledad. 

Ahora , no es que sólo se tenga a él. Es que por fin se tiene a él.

“Ya era hora, joder”-Pensó cuando por fin el vaso, lejos de desbordarse, reventó en mil pedazos por la presión. Dicho eso, abrió un paquete de tabaco, cogió uno, y tiró a tomar por culo los otros 19, y el propio paquete, y la práctica totalidad de sus desavenencias con sus semejantes. 

Aún así, es consciente de que hay cosas que aún le sorprenden. No ve la lógica, por más que lo intenta, a ciertas posturas. Es incapaz. 

“Te juro por lo que más quieras que yo lo intento. Me siento, lo escribo. Hago un esquema, y lo repaso bien. Voy por partes. Pero nada. Soy incapaz de entenderlo”

No era capaz. No era capaz de entender porqué la gente lo quiere Todo. Y sobre todo, no veía solución al problema de porqué cuando se tiene Casi Todo, muchas personas se daban la vuelta y le prendían fuego. Después, giraban de nuevo y se sorprendían, e irritaban, porque su Casi Todo estaba en llamas, o calcinado. 

¿Cuantas veces había visto arder sus piernas, sus brazos, su Cerebro repleto de Aceite de Cerebro…? Aún sabiendo que el era una ínfima parte de ese Casi Todo, era solo un conjunto de piernas, brazos, tronco, cara, que solía sonreír, y abrazar, ¡E incluso preocuparse y pensar! Pero ya no importaba en absoluto. 

Mi caliente, caliente carretera de Agosto… Estiro una mano, toco las revoltosas espigas de trigo que se yerguen a ambos lados del camino. Si estiro los pies, apunto a las montañas no tan lejanas, a las que tantas veces he visitado y he susurrado. Si estiro mi vista, veo como lentamente cae la noche en el más absoluto silencio… Estiro la vista, tenso los párpados para ver más. Y… plic.

¿Plic? 

Sí. Plic. El ruido de una gota de lluvia al caer en un ojo. Y más “plics”. Por toda la cara, por todo el cuerpo, por todo el camino. Por el cigarro que reservaba para cuando empezara a llover, mientras lo enciende. 

Y por todo su charco de Aceite de Cerebro. Que desaparece ante la perfección imprevista. 

“Creo que… me quedaré aquí tumbado un rato más”.

Plic.

_huele

Huele a Issey Miyake usada exageradamente sobre cuerpos sudados que abusan de la cafeína y del etanol, y del speed y otras drogas, y huele a Sidonie cubiertos de farlopa en el backstage del sitio de siempre, mientras se toman la última, que como la anterior, no lo es, y huele a toda esa puta mierda que nos dijimos, y a coches robados y faltos de gasolina, a asientos reclinables y a copas gratis a cambio de sexo, y a las camisetas que me compré, y a banda ancha, y a tecnología punta que acaba con todo tipo de esperanza, y probablemente huele también a genitales, y a vino, y a gato, y a grasa, y a mentiras, y a gasolina, y a gilipollas.

 

Sobre todo a gilipollas. 

 

Sobre todo a que ahora puede que sea mejor o peor, pero al menos, es diferente.

_sentidos

Me jode no poder encontrarle un sentido lógico a algo. 

Me joden las soluciones rápidas y fáciles, porque yo procuro no tomarlas, aunque no siempre lo consiga. 

Me jode “no sé”.

Y otras muchas cosas, pero en serio, no trascienden, no importan.

Lo que sí importa, es que para los 3 supuestos, te quedas igual: sin saber qué ha pasado. Y eso sí que es algo por lo que no me apetece pasar. 

Y supongo que a nadie.