Muchas veces es simplemente cuestión de perspectiva. Otras… no. Qué pena.
Estamos metidos en una especie de jaula, con muchísimos barrotes pero muy finitos. Como una jaula para pájaros domésticos, pero lo bastante grande como para que entremos 3 personas. No hay suelo, al menos no un suelo llano y firme. El suelo lo conforma el terreno que hay allí mismo. Hay piedras grandes para sentarnos. Estamos cerca de un acantilado.
Tardo un rato en darme cuenta, de que no somos los prisioneros. O sí. Pero estamos ahí porque es la única forma que tenemos de sobrevivir. Fuera, el mundo es un maldito caos de seres a duras penas humanos, zombis, mutantes, yo que sé. Cruel madre naturaleza.
Salir de la jaula, es morir.
Uno de mis dos compañeros (un chico y una chica), me pasa un álbum de fotos. Le doy un vistazo, son fotos de los abortos de la naturaleza que campan a sus anchas entorno a la jaula. Son feos de cojones los cabrones. En las fotos salen pegando sus caras pseudo alienígenas contra la jaula. Me hace gracia, no pueden entrar. No me doy cuenta en ese momento de que en verdad, somos nosotros los que no podemos salir. Le devuelvo el álbum, y su mirada me indica que no me he dado cuenta de la situación.
No le doy importancia.
Un día, me vuelve a dar el álbum, y me dice que haga el favor de fijarme bien en las fotos. Maldición. Han encontrado la maldita forma de infectarnos, sea lo que sea que padezcan. Si miras bien la foto, en la parte inferior, se ve cómo cada uno de las alimañas tiene clavadas en la boca y en el cuello varias pajitas secas, una especie de junco que queda lo bastante duro como para clavarse cuando se seca, y lo bastante hueco como para dejar fluir sangre por él.
Miro la fecha de las fotos. Todavía no ha llegado ese día, no puede ser. Son fotos del futuro.
Me consumo por la rabia, hasta que por fin llega el día en que los muy hijos de puta, encuentran la forma de jodernos, y nos joden. Con la jaula completamente rodeada, no hay manera de esquivar esas infecciosas puntas de perdición que han dispuesto en sus cuerpos para infectarnos. Me debato entre la histeria y la desesperación más absurdas, sabiendo que me queda poco tiempo hasta que una mierda de esas se me clave y sea una bestia más. Y así ocurre.
Mientras muto en una abominación, mi desesperación y rabia tocan techo, haciendo que me convierta en una bestia de tamaño mucho mayor al de la mayoría de ellas. Habiendo olvidado ya a su suerte a mis dos compañeros, cuyo paradero desconozco, empujo la jaula por un lateral, arrancándola del suelo en el lado opuesto, y enrollo con el metal a 4 de esas bestias, las 4 que estaban posicionadas en ese lado.
Puedo moldearlo como si se tratara de cartón.
Después cojo el rollo de metal y monstruos, y lo lanzo al olvido, also known as el acantilado que comienza a unos cuantos metros. Las bestias caen irremediablemente al mar desde una altura considerable.
3 de las bestias, están mirando hacia el mismo lado, y tienen la suerte de caer boca arriba, con lo cual están atrapados, pero mientras la estructura se mantenga a flote, podrán respirar. La cuarta, por el contrario, se movió en el último momento intentando huir, sin éxito, y ha quedado boca abajo, ahogándose irremediablemente.
Cada ser humano anterior a estos abortos, fué provisto en su día de una especie de aparato, similar a un cronómetro, necesario en la época que vivimos de relación permanente con formas de vida extraterrestres. Estos aparatos, moviéndolos en la forma que el mismo te indica de una forma que no logro entender, comienzan a emitir una serie de pulsos, a medias entre pitidos morse y crujidos de medidores de radioactividad, a la vez que en su pantalla se muestran una serie de dibujos perfilados gracias a diodos rojos.
Estos sonidos, indican la supuesta inteligencia o avance tecnológico del ser en cuestión, y se solían usar al colonizar nuevos planetas, para establecer una prioridad en el trato con otras formas de vida. Ahora mismo, sólo sirve para debatir quién de los monstruos va a morir, quién de los monstruos pertenece a una inteligencia superior que merece ser protegida. La imagen es dantesca.
Por un momento, el aparato del sujeto que se encuentra bajo el agua, doblega o convence a los otros tres, que haciendo un movimiento conjunto con las piernas, dan la vuelta a la estructura, comenzando así un sacrificio con el fin de salvar al cuarto individuo.
Esta situación no tarda en cambiar, ya que las mentes de los que ahora no pueden respirar, parecen agudizarse al ver la muerte de cerca, y aprovechando el shock del casi ahogado zombi, que es incapaz de contestar con pitidos ni con nada parecido, vuelven a sacar fuerza para voltear de nuevo su trampa, acabando con la vida del primer engendro.
Lejos de allí, un hombre provisto de un traje azteca de pájaro completamente funcional, posa con delicadeza a una persona no infectada sobre un pequeño islote cerca de la costa. Mientras le promete que volverá a por él, salta y aprovechando una corriente de aire, se pierde en el cielo.
Comienza una tormenta. La persona del islote, que se creía a salvo, tiene que nadar hasta la orilla para evitar morir ahogado en la isla. El pueblo costero frente al islote, está protegido del mar por un espigón de considerable altura, que sólo tiene unas pequeñas escaleras. Tiene que nadar rápidamente, agarrarse a unos salientes que hay excavados en la piedra, y cuando la resaca del mar se estabilice durante unos instantes, salir pitando escaleras arriba.
Esto lo sabe porque hay más gente en el agua, probablemente arrastrados por la corriente desde otros puntos. Son 3. Nadan hasta casi vomitar los pulmones. El primero se agarra. La otra chica, que es del pueblo, también. El no lo consigue, y el mar lo absorbe hacia sus profundidades.
Al retraerse, la parte cercana al malecón queda totalmente desprovista de mar. Es decir, es como una ola hacia dentro del mar, que vacía los 20 metros de profundidad que tiene el puerto del pueblo, y deja al pobre hombre posado en el lecho marino, con 2 paredes, una de piedra, la del pueblo, y otra de agua, la del mar, rodeándole por completo.
El mar vuelve a ocupar su lugar pocos segundos después, aplastándole con su furia desmedida. Se acabó también para él.