Me gustaría ver sinceridad detrás de cada muestra de cariño, me gustaría creer en la capacidad autosuficiente del sistema de retroalimentarse amor, cariño… para perdurar así a lo largo del tiempo. Pero sólo puedo imaginarme los gritos de las personas que ahora se abrazan en el momento antes de que todo se acabe.
En un ejercicio de relaciones sociales, es muy sencillo apreciar como me quedo siempre con muchos menos lazos que el resto en el mismo grupo de estudio, lo cual se puede pensar que es un poco absurdo teniendo en cuenta que en ese grupo se conocen todos. Pero así es.
Aunque sabe el lector las veces que he estado ahí y estaré, no me gusta el ridículo, no me gusta que se juegue conmigo desde la comodidad de ese afecto al que le veo pegas por todas partes. Es un desencanto difícil de explicar, bañado de misoginia, pero no puedo evitarlo últimamente. También es un absurdo: por un lado pienso que estaría dispuesto a dar mucho más que la mayoría. No sé si es verdad, pero creo que algo, sí. Por otro me canso incluso antes de empezar.
Se supone que no debo ser tan radical y respetar las reglas de un juego social al que ni siquiera considero estar jugando o quizá en realidad lo único que haga es jugar cartas diferentes en ese mismo juego, pero lo cierto en cualquier caso, como digo, es que me canso enseguida. Quizá de forma injusta, detecto tendencias que no me hacen ni puta gracia. Las detecto, las desarrollo a lo largo del tiempo y las contrasto con mi experiencia, y muchas de ellas no me hacen ni puta gracia. Otras quizá pueda sepultarlas en la pasión inicial de otra relación. Cada vez ocurre algo diferente. De todas formas, entiendo que no es normal en todo caso mi comportamiento y que ha derivado en problemas en más de una ocasión.
Quizá es que no me guste la forma de pensar de la mayoría de las mujeres. No lo sé a ciencia cierta aún, porque en realidad, lo que sí es cierto, es que cada vez me gustan más las mujeres, si es que puedo dotar de grados a los flujos incontrolados de hormonas que segregan mis glándulas en momentos concretos.
Me veo por lo tanto en una encrucijada bastante ridícula, como se puede apreciar. No sé si soy misógino, alguien que funciona mejor sólo, un machista o directamente un fascista de pro. Quizá nada de lo anterior.
En cualquier caso, tengo (y quizá sea un nuevo error) gran parte de la poca fe que me queda en el hecho de mudarme a otro país por un tiempo más o menos largo. No en el sentido de encontrar a mi media naranja, pero sí en el de conocer perspectivas totalmente diferentes. Sé que voy a intentar buscar una conexión, sobre todo al principio, con lo que dejo atrás, pero también se que va a ser completamente diferente, porque los ciclos van a ser mucho más largos que en Bilbao en todo caso.
Y la verdad, me aferro a Londres por eso y por otros motivos como si de la última vía de escape se tratara.
Qué curioso, a mi me pasa lo mismo pero con los hombres. Me canso rápido, me cuesta seguirles el rollo o es que no les entiendo.
Ah, los hombres! ah, las tendencias!
Antes de seguir mi comentario, ven anda que te voy a dar un abrazo que vas a flipar!
Por tus palabras, que llevo siguiendo un tiempo, he notado que eres una persona muy inteligente y sensible. Te estás dando cuenta de que es una combinación cojonuda pero bastante dolorosa. Saca siempre que puedas la parte positiva, que la tiene y mucha, como por ejemplo ser casi autosuficinete, encontrarse a gusto consigo mismo si no hay nadie mejor con quien estar.
Respecto a lo de salir, muy bien, es siempre enriquecedor, pero comprobarás que en el fondo, los instintos primarios son muy parecidos en los humanos.
Vaya charla que te estoy dando pero, espero que no te moleste, a ratos me recuerdas a mí hace unos años.
Yo también huí y acabé harta de británicos borrachuzos sin conversación ninguna. Eso sí, la experiencia me hizo, creo, un poco más insensatamente cuerda.
Buena suerte.
Jaja por Dios chose, me haces sonrojar.
Gracias por tus consejos. No caen en saco roto, eso seguro.
Un abrazo.