Qué es lo que quiero. Toda la vida lo he tenido claro: no lo sé.
Ahora soy más libre que nunca. Nadie me cuestiona. Nadie me espera. Nadie me comenta. Nadie me apoya. Nadie sugiere que mis ocurrencias son absurdas. Nadie me aplaude.
No me creo nada. Ni las cuestiones, que no son más que algo de lo que reirme. Ni de los re-encuentros, que no son más que un momento incómodo. Ni de los comentarios, que no son más que coletazos de envidia. Ni de los apoyos, que no ocultan más que intereses personales o lástima. Ni de las críticas a mis ideas, que no son más que una muestra de ser parte de la masa necia y aburrida. Ni de los aplausos, que no son más que un ruido para cuando no se sabe qué decir.
Todo ha pasado a ser parte de esa mentira increíblemente obvia que nadie más ve, salvo tu y otros pocos con los que aún puedes reir despreocupado. La incomodidad abarca todo, y todo cuesta mucho, mucho trabajo.
Confiar? Confiar ni te cuento. Confiar es el abismo absoluto, la negación de uno mismo. Confiar. Tiene cojones la cosa, qué gracia.