Es curioso cómo podemos vivir nuestra vida como si un asistente de instalación se tratara. Siguiente, siguiente, siguiente. Firme aquí. Marque esta casilla. Acepte las condiciones. Puede morir durante la operación, nosotros no nos hacemos responsables. Jódase después, usted y toda su familia.
Es curioso, como digo, poder vivir episodios que ni siquiera vivimos propiamente dicho. Más, más. Toma, posmoderno de los cojones. Y aún así, aunque queramos hacer de todo un mero paso, un diálogo con una máquina que es nuestra banal existencia, hay cosas que no podemos ignorar o dejar atrás sin quedar como verdaderos cerdos. Yo puedo tratar como la mierda mi persona, pero si hago lo mismo con el resto, entonces soy un hijo de puta. Y tengo que tener la cabeza fría y las manos bien quietas y aguantar las hostias mientras todo pasa, pero, ¿Sabes cuál es el problema hijo? Que nunca pasa. Nunca pasa o al menos no está en tus manos decir si pasa o no. Has caído mal en tu último salto, y mientras el resto de gente sigue son sus diálogos, el tuyo se ha quedado colgado, riéndose.
Y no puedes hacer absolutamente nada más que dejar que el tiempo pase, mientras compruebas que precisamente eso, el tiempo, tu único aliado, el analgésico más puro, ha dejado de funcionar como hasta ahora. Hasta él te traiciona.
Mira cómo pasa el tiempo con sus dientes. Dientes.
Qué duro es ser elegante. ¿Eh?
Cabrón…
Lo siento.
Es mi manera de decir que has metido el dedo en la llaga, o que has dado en el clavo, lo que prefieras.
Lo mejor de todo es ver cómo es el único al que se le atraganta el diálogo. Pero, ¿Sabes qué? No voy a abrir la puta boca más que con la persona implicada, porque otras veces, he sido yo el que ha podido seguir con su vida.
Y eso también hay que tenerlo bien presente para quitarle peso victimista al asunto.
Lo de “posmoderno de los cojones” se me ha quedado por ahí dando vueltas dentro del cabolo.
Nos lo repetía mil millones de veces un profesor de religión en el colegio, allende las cruzadas casi… y el hijo de puta tenía toda la razón del mundo. Lo que pasa es que no teníamos perspectiva en absoluto con 17 años. No es que ahora tenga más, pero al menos soy consciente de ese tipo de cosas.