Bilbao, 2 de junio de 2010, 4;46 AM
No sé realmente porqué pongo la fecha y la hora de mis desvaríos. Supongo que cercarlos en el tiempo es más sencillo que obviarlos, sobre todo cuando dices en casa que vas a tomarte un té y llegas a las 4 de la mañana.
He aprendido tarde que todo da igual. Le he dado la importancia inadecuada, he seguido a la gente incorrecta y ahora tengo que salir los sábados casi siempre. No es que sea necesario salir los sábados, pero vamos, ya sabes. O no, que me da igual.
No esperábamos una mierda del martes. Nos ha dado, por ello, todo y más. La felicidad, fruto del esfuerzo de amigos. Nuestro lugar en el contexto. Miles de carcajadas.
Nos reímos de nosotros, de ellos, de todo. Coincidimos en que alguien tiene que empuñar la pistola para que los demás vivan tranquilos.
“A mí me da igual hacerlo”, digo. No sé si lo digo en serio, pero suena de cojones. Suena convincente y de cojones.
Ya veremos mañana, cuando pase todo, cuando acabe todo.
Porque sin duda acaba con la luz del día.