-… ” Y al séptimo día, descansó.”
– Menuda patraña. ¿Cómo dices que se llama el libro?
– La Bíblia, creo.
– ¿De dónde lo has sacado?
– Se lo compré a un tipo durante mis vacaciones. Según me dijo, era el libro más publicado y leído de todos los tiempos por aquellos lares, aunque quién sabe.
– Ni idea. Primera noticia.
– No, si ya.
– No sé, es que me parece una memez… y por ningún lado viene el autor ni una crónica ni nada…
– Bueno, hay partes en las que si vienen los autores.
– ¿Es una especie de recopilación?
– Algo parecido. Pero no creo, más bien tendría mucha imaginación el que lo escribió. Después, no le dio tiempo a firmarlo antes de morir. Pasa continuamente.
– Desde luego.
– En fin, han abierto un sitio nuevo, una especie de franquicia retro o algo así.
– Ah, mira. ¿De qué va la cosa?
– De café.
-¿Café? Qué cosas más raras haces, tío. Primero me traes el Libro de las Batallitas ese, y ahora me vienes con cosas exóticas.
– Debía de ser bastante popular hace años en…
– No me digas más, ¿esto también lo has aprendido de vacaciones?
– Pues sí. Tengo en casa un par de kilos que me traje, huele muy bien.
– Pues nada, vamos a tomar una cosa de esas.
– Es una especie de infusión hecha con semillas quemadas.
– Eeeh, no sé si paso.
– Venga, que está bueno, ya verás.
– En fin, de acuerdo. Pero me toca pilotar a mí.
– Lo que me recuerda que allí nadie pilotaba y…
– A ver, ya vale de despropósitos. Sube.
– Está bien.
Y cuentan que existía algo llamado Brugal.
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