Y encima, no nos arrepentimos.
Más nos valdría a veces no cuestionar tanto todo. Cada puta cosa que se dice o se hace. Cada gesto. Teñimos nuestra necesidad de apoyo con una falsa independencia y fortaleza. Y encima, crispamos inconscientemente a aquellos a nuestro alrededor.
Por desgracia, y recapitulando, tan cierto es todo esto como todo lo contrario.
Al final reside en cada uno de nosotros la capacidad de cribar los estímulos entrantes y elegir.