Hablamos tan rápido que rara vez nos paramos a pensar una mierda de lo que decimos.
No pasaría nada, si después le echáramos huevos y tragáramos con las consecuencias, pero normalmente no suele ser así. Ignorar los problemas suele ser el camino elegido. Muy bonito por nuestra parte.
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Hay mucha gente que necesita documentación para alimentar su propio declive. Yo busco en mi interior. Es más limpio. Analizas en frío los recuerdos que te quedan, tanto los buenos, como los malos, y sacas conclusiones bastante útiles, al menos para intentar no ser igual de gilipollas la próxima vez, o para que no te vuelvan a joder nunca más. Creo que la otra opción, la de rebuscar en la mierda, no induce si no a una perpetuación ficticia de lo último que se vivió, y por lo tanto, genera sentimientos que no son los reales.
Hay una excepción. Siempre hay una excepción. Yo la tengo, y tiene nombre propio y respira, y piensa, y cada puto segundo que pasa me siento como la mierda porque no se qué hacer. Realmente pocas veces se da este caso, y esta situación es el ejemplo más evidente de mi incapacidad. No se qué hacer, y me jode.
Sólo queda decirnos la verdad a la puta cara, aunque duela.
La excepciones, de toda la puta vida de dios, tienen nombre propio. Incluso dos apellidos, el primero del padre y el segundo de la madre, aunque con los tiempos que corren…
Por las excepciones que nunca dejarán de serlo por nuestra condición, alza el vaso fiel.
No, no nos conocemos, a no ser que leerte bastante a menudo implique ello.
Me recomendó este sitio no me acuerdo quién, me gustó, y por eso lo pusoe en el Blogroll, para visitarlo de vez en cuando.
Si molesta, no hay más que decírmelo y elimino el link.
Haz lo que te salga de las tripas. Con las excepciones no queda una salida digna que no sea hacer exactamente lo que te piden las tripas, el instinto, o como lo quieras llamar.
El problema es que no siempre me sale lo mismo de las tripas. O un día sí y el siguiente es raro.
No, ya he pasado por eso.