Hilando fino y atando cabos, llego a conclusiones que antes no podría ni imaginar. Y me digo a mi mismo, “es cierto”. Y salpicando de arrogancia todo mi alrededor, dejándolo todo hecho un asco, me doy cuenta de porqué yo sí y tú no, o viceversa, y creo que si no ves es porque no quieres, perdiste esa ilusión quizá, pero no te apetece y huyes.
Aunque no tengo que preocuparme de mirar hacia atrás y verte cuchicheando, sé que no significa que no seas como la mayoría de las personas que me rodean. Simplemente estas lejos y la distancia te mantiene al márgen. Y tu y yo, nos conocemos, y huiste. No te fuiste. Huiste de aquí.
Soy extremadamente cruel. Y con el frío que hace últimamente, más aún, si cabe. Entro a un plano paralelo.
Apagando ideas en sueños. Contemplar cosas horribles, y no llorar. No inmutarme. Rutina mecanizante, deshumanizante, cafeína y nicotina… y sí, epinefrína.
Cada vez que recuerdo cosas como las que ahora pasan por el focus de mi mente y se expanden a uno y a otro lado de mi cabeza, como si pudiera proyectarlas sobre la pantalla del ordenador… no sé ni quien eres. Ni quien eras. Las mentiras y los fraudes me convirtieron en alguien supuestamente cruel.