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En un momento dado, alcanzo la base de mi cráneo, sobre la nuca. Poso la mano despreocupadamente, no es más que otro gesto de incomodidad social, como cruzar las piernas, como encenderte un cigarro. Noto algo con la palma de la mano, así que deslizo los dedos hacia abajo lentamente.
Tengo un agujero en la base del cráneo. La idea en sí me ha pillado de improvisto y ahora estoy con los ojos como platos tentando el contorno de dicha abertura con los dedos: Es uniforme, será del tamaño de una moneda de 5 céntimos de Euro, aunque podría ser también del tamaño de una plaza de toros, no estoy muy seguro. Los bordes están perfectamente pulidos y el cuero cabelludo y el pelo, continúan hacia la parte interior del cráneo.
Está situado en el hemisferio derecho del cráneo. No me atrevería a señalártelo siquiera, este hueco es ahora mi máxima prioridad y única preocupación. Meto el dedo índice un poco, tan sólo la falange distal sin llegar a la articulación. No duele, no está húmedo, ni tan siquiera me mareo. Giro el dedo en el interior, apretando los dientes, con una mueca de asco que más que asco es cautela, no sea que toque algo que no debería y me quede como un vegetal el resto de la vida.
Pero nada ocurre, sigo andando por doquier y cada X metros recuerdo el agujero y repito el procedimiento, tentando su interior. Trato de taparlo empujarlo el pelo de alrededor en su interior, pero no funciona, el cuero cabelludo se reajusta y el pelo sale por sí solo, no hay nada que hacer. Sé que no funciona, pero intento esto 2, 5, 45 veces, mientras ando en círculos por esa terminal de aeropuerto buscando algo que no he perdido.
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Me despierto y por un momento no sé exactamente qué año es. Después recuerdo el sueño, y aunque intento evitarlo, al final he de comprobar que no tengo un agujero en la base del cráneo.
Exhalo el poco alivio que me quedaba.