Conversaciones que siempre tienen algún sentido. Lo dice la distancia desde la que me hablas: cero.
Pero no ese sentido. No esa farsa banal y esporádica que en cualquier otra situación me hubiera pasado inmediatamente por la cabeza. Si no un sentimiento de confianza austera pero real, que está ahí pese a que no suela usarse a menudo.
Y es algo muy bonito. Porque nos sonreímos sin usar nuestras bocas.