Te das cuenta de que lo vuestro no hubiese funcionado en la puta vida. Bajo ningún concepto. A diario deshechas la posibilidad de hacer doble click y forzar un saludo. Pero prefieres no hacerlo antes que irte sin despedirte.
Es triste. Pensar en cosas más tristes aún no te consuela. La gente ahí fuera sufre, pero nadie tu parte. Cada uno lo suyo. Con eso sobra y basta, menos a veces. Si no era una de esas veces, entonces, es que no iba a ningún lado. Quizá te cueste admitirlo. Es igual, porque hay verdades que destruyen cualquier puta ideología, por infecta y propensa a ser adoptada que sea.
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Y qué más da. Todo acaba por ser efímero si miras desde la distancia adecuada.
La patraña de “hay gente que sufre más que tú” no sirve nunca. Todo el mundo tiene derecho a tirarse de los pelos por lo que le apetezca, siempre y cuando no influya en las desgracias de los demás. En esta parte del planeta, normalmente tenemos que conformarnos con un sufrimiento descafeinado. Y qué más da, si al fin y al cabo es lo que nos pertenece.
Quizás en otro momento te diria cualquier frase que cumpliese la regla de las tres “b”, pero ahora…
…todo consiste en fingir, cuando estás vacio por dentro, cuando nada puede romperte el corazón porque no lo tienes…tienes que fingir, es la vida, como sonreir cuando te van a hacer una foto. Me lo enseñó Dexter.
La verdad hay que saber adornarla.