“Bip bip bip bip bip bip bip BIP BIP BIP BIP BIP BIP BIP BIP BIP…”
Las persianas comienzan a levantarse automáticamente. El odioso pitido del despertador es sustituido por las noticias de la mañana en cuanto el electrodo adherido a la frente del sujeto A detecta el comienzo de una actividad cerebral mayor.
Un olor cálido a café recien hecho invade la habitación, mientras 2 tostadas saltan desde la tostadora. Con evidente somnolencia, el sujeto A arranca de su cabeza el electrodo y se incorpora.
*Bostezo*
Se enciende el ordenador, tienes 3 correos nuevos. Caso omiso al monitor. El sujeto A se sienta en la silla de la esquina del habitáculo que se supone como cocina. Se enciende un cigarro. Se sirve café, y se lleva las tostadas directamente a la boca desde la tostadora. Su mísera vida robó, entre otras cosas, esos 3 minutos de perfeccionismo culinario en los que no dejaba recoveco de pan si su capa de mermelada de moras.
3 monitores suspendidos en mitad de la habitación empiezan a emitir caóticas imágenes de lo ocurrido en la otra mitad del mundo.
“Y qué sentido tiene esto para mi. Si ya lo sé. Desde hace días.”
El sujeto A posee un libro en el que la historia ya está escrita. Justo hasta el día de su muerte, que misteriosamente, es lo único que varía según sus acciones. El sujeto A se odia a sí mismo por tener tanto poder y no poder ayudar a la gente de alguna manera.
Se acaba el café. Y las tostadas. Y un segundo cigarro. Se ducha escuchando música ecléctica. Se pone su eterno traje negro y sale de su receptáculo. Mientras baja los 200 pisos que le separan de tierra firme, repasa su destino para hoy. Nada interesante. Alguna que otra pequeña desgracia, y ya está. Derepente se sorprende a sí mismo enrrollandose la corbata alrededor del cuello y apretando con fuerza, intentando axfisiarse. El libro se borra justo hasta la parte en la que dice: …baja en el ascens…
Y empieza “…enlaza tu corbata en tu cuello…” y se reescribe a sí mismo.
La propia sensación de axfisia le hace perder fuerzas y suelta la corbata, desplomándose de rodillas. El libro recupera su estado original.
“Aunque me mate, nada cambia. Nada afecta a esto.”
Sale a la calle. Y sigue el curso de lo inevitable.
🙂
he llegado hecha polvo del trabajo. Pese al agotamiento cerebral (pues tengo un dolor de tarro inmmenso) me ha dado por mirar el correo: he que me habían dejado comentarios en mi blog. Los he respondido, y lo que ocurre… que ya te enganchas más de la cuenta, de un blog a otro y en fin… para que te voy a contar? 🙂
Lo que te decía, que he llegado cansadísima, pero tu post ha despertado en mi una amplia sonrisa.
Puede que eliminando los dos cigarros le diera tiempo a untar las tostadas. Una tostada sin mermelada es como un chupachús sin palo: completamente inútil.