Por fin llueve con ganas.
Los días como hoy se me antojan preciosos. Y más a sabiendas de que los voy a pasar recluido en el sótano de la facultad, estudiando…
A lo largo de la mañana las distintas tonalidades de grises, blancos y negros de las nubes, acaban formando un color uniforme, como si el viento las hubiera amasado hasta lograr el tono perfecto. O como la sucia paleta de colores de un pintor enfurecido por la frustración.
Se está bien al calor de los libros, realmente. Aunque cueste mucho trabajo admitirlo.