Sombrero de Copa entra al edificio dando vueltas a su bastón a medida que avanza, con paso firme. En su ojo derecho, lleva engarzado un monóculo ligeramente empañado por la prisa, con una cadenita hasta un bolsillo de su chaqueta de frac.
Golpea repetidamente el llamador de la recepción.
Ding ding ding ding ding ding ding!!
Un aletargado botones sale de la portería.
-¡Caramba muchacho! ¡Ya era hora!
Bostezo.
-Sí, esto… ¿Qué deseaba el señor?
-El señor deseaba audiencia con el Gobernador.
-El Gobernador no recibe visitas a partir de las 6, señor…
-Sobrero de Copa, Señor Sombrero de Copa.
-Señor Sombrero de Copa- concluyó el jóven, reprimiendo una risita.
-¡Oiga jóven! No estará usted riéndose de mí, ¿verdad?
-Oh, cielos señor de Copa, cómo podría, en absoluto.
-¡Señor Sombrero de Copa!
-¡Señor Sombrero de Copa! – repitió el jóven sonriendo finalmente.
Con un gesto improvisado, directo y de una efectividad total, Sombrero de Copa cambia la situación de quietud del bastón por un movimiento certero, que acierta con su empuñadura en plena boca al jóven botones.
La incomprensión brota a borbotones de las encías del muchacho, mientras se lleva las manos a la boca y se le saltan las lágrimas.
-Por… ¿¡Porqué ha hecho eso!?
-¡Jóven! ¡Ha de aprender usted modales!
Y con un gracioso giro, previo golpe final al llamador metálico – ¡Ding! – comienza a alejarse caminando con el cuello a punto de reventar de orgullo, y el bastón bajo el brazo.
Ni el monóculo se le movió de su sitio mientras enfilaba las escaleras…
Siempre he pensado que si fuera viejo y rico, sería así. Gracias por dar ideas.
Tu señor Sombrero de Copa debería conocer a mis amigos los señores Esquirlas en la Nalga y Sotana de Lentejuelas.
No tienen ni la mitad de clase que él. Y lo sabes.
Hoyga, caballero. Estamos esperando la parte 2 de X.