Cuando voy en el metro, me doy cuenta de lo loco que estoy en realidad. Verme rodeado de esos desconocidos, mirarles a las caras, a las piernas, a las manos, a las pollas o culos incluso, activa como palomitas de maiz en la sartén, saltando, diferentes… problemas dentro de mi cabeza.
No por el hecho de mirarles. Eso es un ejercicio provocado por el aburrimiento y el cansancio, pero el segundo plano de atención al que me proyecta el hacer esto mientras pasan las estaciones y el vagón traquetrea.. eso es lo que me hace ver que algo, hay.
Pero después, siempre llego a la misma conclusión. Si no la he liado en algún aspecto ya, tiene que ser porque tengo todas mis mierdas bajo control. ¿No? Soy más listo que ellas. Y más inteligente. Más rápido y sobre todo más astuto. O quizá es simplemente que esta última conclusión a la que llego cada vez, es simplemente un hedonismo medicinal para detener el avance del resto de afecciones y poder seguir levantándome todas las mañanas.
Todo puede ser.
Hacia eones que no entraba por aquí. Me ha llevado un buen rato ponerme medio al día. Veo que todo sigue igual, o similar. Me alegro.
Nunca me lo había planteado desde ese punto de vista, lo de tener todas “one’s” mierdas bajo control por ser más listo o más rápido que ellas. Me pregunto si esas mierdas seguirían bajo control llevando una vida de ermitaño. Lo que quiero decir es que quizá existan mecanismos en nuestro entorno, algunos evidentes, otros quizá no tanto (y no necesariamente fruto de conspiranoias) que hacen que nos controlemos. Que nos mantienen dentro de los límites de lo ¿normal?. De lo socialmente aceptable, vamos.
Un abrazo.